La memoria tiene pozos sin fondo y laberintos interminables. Allí se almacenan los recuerdos. El Gran Proust decía que duermen sin la esperanza de volver, hasta que un chispazo de realidad los despierta. Entonces emergen como los mineros por un pozo y se asoman de nuevo a la vida. Pero también es cierto que hay recuerdos que se resisten a hundirse en los abismo de la memoria. Momentos que significaron tanto que desean rozar la eternidad, crear tiempos viejos y nuevos, ser esa linea divisoria que le indica a la historia un antes y un después.
Eso fue en la Cueva de Valporquero, o el viaje a Italia en el verano del 2010, todos esas fotografías en las numerosas salidas con los compañeros y amigos. Siguen respirando en cada onda del viento que la trasporta, en cada fibra de nuestro corazón unánime que no quiere aprender a olvidar. La fuerza de esas imágenes es tanta que se ha grabado al rojo en nuestra memoria, desde que nacemos, de preguntarnos por nuestra identidad y nuestro destino.
En fin, todos esos recuerdos se ven reflejados en vídeos como estos. La memoria es un pozo sin fondo que debemos cuidar y preservar.
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