Si hoy en día buscásemos un altavoz para que comunicase una idea, o un producto, difícilmente lo íbamos a encontrar mejor que en el barranquismo. Su dimensión es magna, su repercusión ilimitada, el espectro de personas que llega universal y su capacidad de enganche emocional incalculable, rallando a veces lo irracional.
Con estos antecedentes es lógico pensar que sea campo abonado para que el marketing y la comercialización utilicen vínculos tan íntimos con el gusto general para prescribir cualquier materia, física o espiritual, con la seguridad de que el vehículo, el deporte y los deportistas, tiene llegada y permanecía. Pero tan buen propagador puede ser utilizado para el mal, sus virtudes no discriminan entre lo ético y lo criminal y depende del usuario el que al final nos encontremos una oferta o un delito.
Hay quien llega este mundo sin pasión, sin colores, solo les mueve la oportunidad de hacer dinero , impunemente, un publico que venera el deporte por su trasfondo plagado de valores y que esta dispuesto acreer, sin casi preguntar , todo aquello que venga avalado por los que abanderan la honestidad. Estos los que mal usan, son culpables de abuso, de intrusismo y de deshonestidad.
Pero no son los peores. Los hay que se esconden detrás de un sentimiento para justificar el medio por el cual ganar un dinero, que utilizan una imagen labrada con el esfuerzo de muchas generaciones de barranquistas, deportistas, etc...para excusarse en la intolerancia.
Defiendo las infinitas maneras de sentirse barranquista, pero ninguna tiene cabida cuando no es ejemplar, cuando vulnera la convivencia y el respeto entre nosotros. Todos tenemos nuestra cuota de responsabilidad y si queremos que algo tan loable como el barranquismo permanezca, debemos cerrar la puerta al intruso.
En fin, os dejo un vídeo de un gran aficionado a este deporte. Donde explica su pasión por este deporte.
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