A
mediados del siglo XX Carl Jung observó una tendencia inquietante que se
extendía vertiginosamente por todo occidente. Muchos hombres veían cómo su
madurez psicológica y emocional quedaba atrofiada. Aunque físicamente sus
cuerpos eran los de hombres adultos, sus mentes y sus vidas emocionales eran
las de jóvenes adolescentes. Y se refirió a este fenómeno como PUER AETERNUS,
el “niño eterno”, un término que rescató de la mitología para describir al
individuo que, como Peter Pan, falla en la tarea de crecer y desarrollarse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario